domingo, 18 de noviembre de 2007

¡Qué cosas!

León, Guanajuato FIC 2006

Flamenco suena como a fuego, y qué incendio tuvimos el 20 de octubre en el Teatro Manuel Doblado con “Las cosas del Flamenco” de Cristóbal Reyes.

Un espectáculo encendido, lleno de pasión, de carácter, de fuerza y sensualidad. Bailaores de distintos países, con distintos acentos en la interpretación de la melodía nos mostraron que el Flamenco es un hervir en la sangre que pide salir, comunicar a los otros, extenderse por la tierra y cautivar a quien observa.

Puerto Rico, México, España, Chile, Estados Unidos dialogaron en el lenguaje de la música y la danza, sus embajadores fueron claros, precisos y una llama que con cada taconeo contribuyó en la corporeidad al flamenco.

Cristóbal Reyes, fue un derroche de energía, de pasión, de entrega, de amor por un arte que ha sido su manantial, el camino para vaciar su sentir y ser. La tradición sólo asegura su existencia si es capaz de dejarse reinterpretar, mezclarse, recibir de otros y andar por el mundo a través de quienes no imagino. Conservarse como raíz, como origen, pero ser libre de moverse con el tiempo y de dejarse tocar para seguir llegando a los corazones de los espectadores es lo que toca a un arte como el flamenco. Encuentra la posibilidad del intercambio y de la extensión en Cristóbal Reyes, sus bailaores y músicos.

En un país como el nuestro, eventos como el de anoche nos ponen a reflexionar y pensamos si nuestras tradiciones serán capaces de mutar, de fusionarse, de extenderse y seguir hablando de nosotros, o si en algún momento quedarán tan lejanas, tan inamovibles que dejarán de expresar parte de lo que somos. Quedó claro que el respeto y el amor por la tradición son lo que motiva el diálogo, la búsqueda de otros para continuar la vida de la forma que narra parte de nuestra identidad. En una ciudad como León en constante movimiento, ojalá por su origen queden el respeto y amor necesarios para preservarlo en los nuevos pasos citadinos, para no tenerlo como la foto olvidada que retrata a ya no sabemos qué parientes.

Las cosas del flamenco nos hablaron desde el vientre, por eso nos contagiaron de energía y nos dieron ganas de salir a aprender flamenco y bailarlo. Los aplausos fueron interminables y de pie el público agradeció el fuego del baile, sus formas, sus acentos, la generosidad artística de quien interpretó.

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