viernes, 20 de octubre de 2006

XALAPA, ENSOÑACIÓN MUSICAL

León, Guanajuato 20 octubre 2006

Una fantasía musical fue lo que experimentamos el 18 de octubre en el Teatro Manuel Doblado con la presentación de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, la más antigua de nuestro país.

Sergio Cárdenas dirigió a la Orquesta por entre la obra de Ibarra, Mozart y Beethoven. Su experiencia lo ha llevado a trabajar con las Filarmónicas de Munich, Stuttgart y Londres. Algunos de sus reconocimientos internacionales incluyen a la Fundación Internacional Mozarteum, con la Medalla Lilli-Lehmann; al gobierno de Hungría, con la Medalla Bela Bartók y al Same Out Group de España, con El laurel de oro a la calidad. Actualmente es profesor y director de la orquesta sinfónica de la Escuela Nacional de Música de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México).

El público fue testigo del estreno mundial de la “Obertura para un cuento fantástico para orquesta” del mexicano Federico Ibarra, quién subió al escenario a recibir los aplausos por una obra emotiva, llena de calidez, de aventura, de magia, de tesituras y formas que despertaron nuestra imaginación. El programa continuó con la “Sinfonía No.39” de Mozart y la “Sinfonía No. 5” de Beethoven. Los clásicos que siempre despiertan en nosotros el suspiro y el asombro.

La Orquesta tuvo una interpretación precisa, armoniosa, mostró la entrega y la experiencia de cada uno de sus integrantes. Un equipo coordinado y sensible regaló anoche vibraciones musicales que conmovieron a la audiencia leonesa amante de la música de orquesta.

lunes, 16 de octubre de 2006

FUSIONES FLAMENCAS, MARÍA PAGÉS

León, Guanajuato

“Entre el mar y el soñar hay una tercera cosa” es el flamenco de María Pagés. La compañía que lleva su nombre se presentó el 15 de octubre en el Teatro Manuel Doblado con el espectáculo “Canciones, antes de una guerra”.

“Déjame que te cuente mi niño”…Fuerza, elegancia y dinamismo inundaron el escenario entre el zapateado, las palmadas y el canto flamenco. Entre las piezas presentadas estuvo “Nanas de la cebolla” que María dedica a su hijo Pancho para que no olvide su infancia y con los sueños propios de esa etapa construya una sociedad más justa. Un escenario con telón negro al fondo que se doblaba de distintas formas, una banca de parque, lámparas redondas, proyecciones de dibujos infantiles y un mapamundi sirvieron de paleta para combinar el flamenco con blues, jazz, balada rock, produciendo así matices que cautivaron a un auditorio que agradeció de pie el trabajo.

Las bailaoras fueron María Pagés, María Morales, Sonia Fernández, Mar Jurado, Isabel Rodríguez y Anabel Veloso. Los bailaores, Emilio Herrera, José Barrios, José Antonio Jurado y Alberto Ruiz. Los músicos, Ana Ramón, Ismael de la Rosa, Susana Ruiz, José Carrillo y Francisco Alcaide.

Boquerones del alba fue la primer pieza, siguió presentación, blues dingue, tatuaje, guitarra dímelo tú, soléa de la cueva, publicidad, percusión luces, taranto para mujeres, soñar, nanas de la cebolla, alegría, when de saints marching in y para finalizar, imagine.

¿Pudo John Lennon imaginar que el flamenco llevaría su mensaje? ¿Pudo el flamenco imaginar su fusión con otras formas? María Pagés lo intenta porque “la vida misma que vivimos ahora está hecha de influencias, nosotros ahora ponemos la tele y nos enteramos de las noticias que están pasando en la otra parte del mundo, pues yo creo que el mundo vive ahora en conexión con todas las culturas, por eso es normal que haya esa influencia. Creo que el flamenco debe ser un arte que crece, un arte vivo, un arte actual, que exprese y refleje el momento que estamos viviendo. Si alguna música me gusta, me inspira y me remueve aquí dentro y me place bailarla pues la bailo a través del baile flamenco que es lo que yo sé hacer.”

El mundo podrá ser uno solo, pero las probabilidades de fundirnos, de encontrarnos, de mezclar parecen infinitas. El flamenco tiene nuevos horizontes y nosotros tuvimos la oportunidad de vislumbrarlos en los pies de María Pagés.

domingo, 15 de octubre de 2006

CONCENTRAR LA MIRADA

León, Guanajuato

“Pequeños-grandes mundos. Miniatura y formatos afines” es la obra de José Apaza expuesta en la Galería Jesús Gallardo. Artista plástico de Perú que nos obliga a concentrar la mirada para disfrutar de lo cotidiano, algo casi anacrónico en la era de la imagen espectacular y lo ficticio. Nuestro ritmo disminuye y somos llevados a historias que creímos olvidadas, los trabajos en el campo, los hilos, las ventanas desvencijadas, los pescadores, la espera. Cada miniatura parece decirnos que el tiempo no es su velocidad de paso, es lo que significa en nosotros y nos transforma. Cada retrato parece crucial, justo el momento del insight de quien nos mira a través del trazo de Apaza.

“Trabajo” “Sahumadora” e “Incienso” son algunos de sus cuadros en blanco y negro que quisiéramos verlos animados contándonos su existencia, pero no es necesario, frente a ellos es nuestra imaginación la que corre, a veces lo esencial se dice así de una sola vez y es efectivo en quien contempla.

El díptico “Visita” parece dejarnos a la libre elección el tercer momento, entre el hombre y la ventana nos preguntamos ¿qué pasará cuando llegue ahí?, ¿qué pasará si no arriba y sólo la observa?, ¿lo recibirán?

Terminamos sintiéndonos ínfimos en el universo, meditando sobre el tiempo y concentrando la mirada en lo importante, que para todos es distinto, pero que en todos requiere un mínimo de tiempo en otro ritmo.

LO CONTUNDENTE DE LO COTIDIANO

León, Guanajuato

La cotidianidad es la nave que tienen los seres humanos para aprender, en los ojos de Gerardo Pineda Escobar y Oscar León Ramírez es claro que el día a día nos habla, nos convoca, nos declara posturas y cosmogonías, únicamente hay que estar preparados para enfocar, en el caso de estos dos fotógrafos para disparar.

Su obra se exhibe en la sala de exposiciones del Teatro María Grever. Gerardo y Oscar son chiapanecos, quizá esto y el ser fotógrafos es lo único que comparten, ya que sus imágenes reflejan visiones distintas de lo cotidiano. Mientras las fotos de Gerardo parecen mostrar la espera, el ritmo, las de Oscar enseñan el reto, las exigencias de sortear el día a día.

La foto “La mar, ahí mora el amor eterno” de Gerardo Pineda, nos detiene en lo que podría ser el final de una jornada en el mar, un hombre y una gaviota parecen encontrarse de frente, aunque sólo sea el efecto por las dos dimensiones de la fotografía, simula una metáfora de dos visiones de vivir el día entre el oleaje de lo vital.

“A corazón abierto” de Gerardo Pineda muestra peces abiertos por su centro, secándose sobre una red. El ritmo de la vida, morir para dar vida, abrir el corazón, esperar.

“El sueño” de Oscar León retrata a un vendedor de flores observando atento una camioneta en una agencia de autos. A veces los sueños más difíciles de alcanzar son los materiales, los tangibles. “Subida al cielo” nos lleva a un reto distinto, el cruzar de un lado a otro cuando un huracán se ha llevado el camino. Una imagen a contraluz donde un hombre y una bicicleta están suspendidos de una cuerda, parece casi un trapecista, en ocasiones la realidad es un circo de tres pistas y nosotros los que decimos “la función debe continuar.” “Amanecer” enmarca a un hombre de campo cargando leña, el desafío está en despertar y trabajar para sobrevivir.

La cotidianidad es un continuo ejercicio de resolución de retos y sueños, la encontramos detenida en los disparos certeros de Oscar León Ramírez y Gerardo Pineda Escobar.

viernes, 13 de octubre de 2006

SE QUEDÓ EN PROYECTO

Guanajuato, Guanajuato

“Triste de mí, haber visto lo que veo, habiendo visto lo que vi” Le pido prestadas estas letras a Ofelia para describir mi percepción sobre Asociación Proyecto Hamlet y su puesta en escena de Hamlet: donde no puede haber justicia reina la venganza, que observé la noche del 13 de octubre en el Teatro Juárez. Se quedó en proyecto la reinterpretación de la obra de William Shakespeare, fue una obra plana, arrítmica, sin transiciones, con un principio débil, los diálogos eran escupidos sin intención, sonaban leídos mas que aprehendidos. No había trabajo en equipo, los actores no se provocaban nada entre ellos, por eso sus reacciones eran falsas, cronometradas desde un libreto y cuando en escena la dinámica no es acción-reacción entonces surge la sobreactuación, justo lo que pasó anoche.

La carga de la obra estuvo en los diálogos, como si hubieran olvidado que el teatro se construye con cuerpos, movimientos, acciones, intenciones. Visualmente fue muy atractiva, el vestuario era hermoso y tenía un lenguaje propio, contrastes, colores verdes, rojos, negros, blancos, grises, fueron su vocabulario. “Con anzuelos de mentiras se pescan truchas de verdad” pero los retratos, que es en lo que se convirtieron las escenas ya que los actores están acomodados según las reglas de los pesos en imagen, no bastan para mantener al público atento, este artificio no logra pescarnos.

Sin aire el movimiento de los actores, no podemos confundirnos y pensar que es parte del lenguaje porque la traducción nos demuestra lo contrario, al igual que los visual y porque en la escena donde Hamlet hace que actores representen la muerte de su padre a su madre, todos fluyen, son libres, y parece que vemos otra obra, una comedia. Lamentablemente este respiro pasa demasiado pronto y volvemos a lo rígido, a los gritos que surgen de la nada y pretenden crear tensión, a las enunciaciones y los ojos perdidos que buscan lo dramático. Se refugiaron en juguetes y juegos como piedras, saltos de bebeleche, chistes sobre sexo o escatológicos y desnudos para sortear diálogos. La ironía está que entre sus parlamentos denuncian este tipo de teatro “A este público sino le dan payasadas o chistes verdes, se duermen” “ “Una obra actuada con astucia afecta personas que terminan confesando su verdad” “Hasta los aguinaldos más ricos se vuelven pobres cuando al donante le falta generosidad” No sentimos la generosidad actoral, ni nos conmovimos, y si hubo risas forzadas. “Ser o no ser, ese es el asunto” fue una línea más, no pudimos sentir el dilema, la consternación del personaje, su debate interno.

Santiago Reyes que interpretó a un actor joven, una enfermera y una mucama que era nuestro punto de fuga en escenas interminable nos dijo “Cuando llevas ya un tiempo en temporada, uno tiene preestablecido en qué momento la gente se ríe, en que momento la gente está más tensa, la reacción de la gente uno ya la tiene un poco establecida y a una audiencia completamente diferente que reacciona completamente distinto a otras cosas pues también le cambia a uno todo, un poco, uno también reacciona ante eso”. Distintas las visiones de quienes están en el escenario y de quien observa. Santiago Reyes y Fernando García que interpretó a Polonio, fueron los que a mi parecer dieron melodía y crearon personajes humanos, reflejos de nuestra realidad. Robinson Díaz fue Hamlet; Humberto Dorado, Claudio; Ana Margarita Soler, Gertrudis; Victoria Góngora, Ofelia; Carlos Caycedo, Horacio; Guido Molina, Laertes; Ernesto Benjumea, Guildernsten; Ramsés Ramos, Rosencrantz y Carlos Serrato, actor viejo.

Después de esta obra uno recuerda a Hamlet diciendo respecto a los diálogos “Porque si hacen como hacen tantos actores hoy en día, mejor escucharlos en un vendedor de periódicos”. Deberían leer mejor sus líneas, y nosotros deberíamos leer la obra. Si “los actores son el mejor compendio de nuestra época” baste decir que somos pretenciosos, demandantes de spots lights e individualistas puros.

jueves, 12 de octubre de 2006

INDIA, LA FUERZA FEMENINA

León, Guanajuato

“La vasija es el cuerpo humano y la lámpara encendida es el alma de Shakti. Para adorar a a la diosa las mujeres mantienen la vasija en la cabeza y bailan al ritmo del tambor.” Estas palabras de Kalpesh Dalal director de Aavishkar nos introdujeron a una India llena de colores y tradiciones, a Anart, donde la danza prevalece por siempre. El Teatro Manuel Doblado abrió su telón la noche del 12 de octubre y nos envolvió en lo místico, lo vivo y la fortaleza delicada de la India.

Krishna es el dios que encuentra su complemento femenino en Shakti, la energía, por eso en el baile Chari las cuatro bailarinas danzan con fuego en la cabeza. Recordemos que en la India la vida es religiosa, por lo tanto los bailes tradicionales, como los presentados que pertenecen a las regiones de Gujarats y Rajasthan, ejemplifican la energía divina. La compañía con nueve bailarines busca rescatar y mantener las costumbres, su simbolismo y sabiduría en medio de un mundo comercial, poco espiritual, escéptico de toda verdad distinta a la ciencia.

El baile que a mi parecer puede ser tomado como metáfora de esta lucha entre lo tradicional y lo moderno es Vinchhudo que significa escorpión. El baile narra la historia de niñas que caminan por el bosque en busca de su principal fuente de energía, una de ellas es picada por un escorpión y pide que llamen a un médico brujo. Él acude, canta mantras y la cura, todos se alegran, cantan y bailan. La niña puede ser la India que picada por la globalización busca fervientemente en grupos como Aavishkar la salvación de su cultura ancestral y de su mitología. Desde 1993 este grupo con soporte del gobierno investiga el arte autóctono y lo reproduce en escenarios nacionales e internacionales como testimonio de vida.

Proyecciones de festivales, de mapas, de edificios, gente, instrumentos, paisajes nos enseñaron a esa India mítica, cambiante, enérgica, bella. Las encargadas de mostrarnos la fortaleza femenina, su vitalidad, fueron las bailarinas Lajju Davawaia, Anal Patel, Dhara Vaghela y Purvi Patel. Ágiles y ligeros, complemento de lo femenino, los bailarines fueron Rahul Shah, Digvijay Padhiar, Harshit Patel, Vishal Patel.

Danzas que cuentan historias divinas, hombres y mujeres al servicio de la tradición, la India el país que nos compartió su riqueza cultural la noche de octubre que guarda como memoria el encuentro de dos mundos, la confusión de un hombre y la razón de que los mexicanos hayamos sido llamados indios. Curioso, parece coincidencia, pero desde un punto menos racional podríamos decir que fue un ciclo cumplido.

miércoles, 11 de octubre de 2006

SIN TRADUCTORES

León, Guanajuato 11 octubre de 2006

Los oídos cenaron un banquete de cuatro tiempos denominado Tríptico de Cámara Programa 1, la noche del 9 de octubre en el Teatro María Grever. El platillo principal fue la conmoción aderezada con entrega y técnica impecable.

El primer tiempo fue un Cuarteto para cuerdas en Fa mayor de Maurice Ravel. El segundo fue Disco-toccata para violonchelo y clarinete de Guillaume Connesson. El tercero fue Sonata para clarinete y piano de Francis Poulenc. El postre fue Concierto para piano, violín y cuarteto de cuerdas en Re mayor de Ernest Chausson. Los anfitriones fueron Frédéric Aurier, violín; Pierre Bleuze, violín; Patrick Oriol, viola; Guillaume Lafeville, violonchelo; Julien Dieudegard, violín; Romain Descharmes, piano y Olivier Patey, clarinete.

El negro riguroso para cenas como esta fue imperceptible a los ojos, permitiendo que colores, texturas, recuerdos y fantasías viajaran libremente bailando por el aire al compás de las notas ejecutadas. Pasamos de lo alegre a lo triste, lo suave, lo vivo, de la calma al entusiasmo, lo serio, el lamento, la melancolía, la tensión, el suspenso, la esperanza. No fueron necesarios elementos externos al discurso de la melodía para despertarnos los sentidos. Las piezas crearon atmósferas donde el movimiento de los instrumentos dibujó líneas que seguimos hasta perdernos en cuadros vívidos, en impresiones, en viajes sonoros. La música interpretada fue compuesta en la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX inspirada en la búsqueda del músico César Franck por un arte musical auténticamente francés.

¿Qué misterios se narran nuestros oídos entre épocas? ¿qué se dicen entre los nuestros que hoy escuchan una obra nítida y en vivo y los de quien la compuso años atrás? ¿Cómo agradecerles a quienes sin saberlo nos regalaron poemas, filosofía, paradigmas en sus obras? Tal vez disfrutándolos y manteniéndolos en nuestra cultura como narradores del acontecer humano. Franceses y mexicanos se comunicaron sin necesidad de traductores. La música fue su puente, su código de acceso a la sensibilidad humana instantánea, presente, verídica e inherente a la vida.

Hagamos más música y menos ruido. Clarinete y violonchelo, clarinete y piano; viento y cuerdas, diferencia dialogando para crear, no intercambiando posturas inamovibles. Seamos más concierto, menos solos a destiempo, arrítmicos y ajenos a las necesidades del otro.

NO MÁS TIEMPO

León, Guanajuato 11 octubre de 2006

“Ya no habrá más tiempo” declaró un ángel, un metrónomo fue detenido. Dieciséis bailarines, cuatro músicos, cuatro instrumentos, violín, clarinete, violonchelo y piano, nos recordaron la noche del viernes 7 en el Teatro María Grever, que lo único que une igualitariamente a todos los seres humanos es el cuerpo.

La obra “Un cuarteto para el fin del tiempo” del compositor francés Olivier Messiaen estrenada en enero de 1941 en un campo de concentración, vivió una relectura y una interpretación dancística por parte de los integrantes de El colegio del Cuerpo bajo la dirección artística de Álvaro Restrepo, surgiendo así “Cuarteto para el fin del cuerpo”.

El tiempo se nos acabó hace mucho, todos vivimos de prisa y ver en escena uniformes que recrean aquellos de los campos de concentración nos ponen a pensar en esas personas para quienes la único urgente era conseguir la siguiente bocanada de aire y vivir. El cuerpo era su única posesión. Hoy olvidamos lo corpóreo en lo virtual, en desórdenes alimenticios y tratamientos que lo único que buscan es eliminarlo, negar su tiempo, su ritmo, su estar. Cuerpos pesados, fuertes, ágiles, con intención, rítmicos y presentes mostraron la belleza de lo humano, la franqueza del cuerpo al expresarse y redimensionaron la responsabilidad del hombre en su propio devenir.

Fechas fluorescentes en las espaldas de los bailarines refrescaron nuestros antecedentes históricos, 1492, 1789, 1514, 11/9, 1968, 1936, 1945, nos demostraron lo cíclico de la vida, lo efímero del cuerpo. El símbolo de lo rítmico y rutinario del tiempo fue una capa con tela dorada y negra y un compás que los bailarines fueron pasándose después de cada vuelta al circuito cuadrado marcado en el escenario. Cada uno tenía un baile diferente, como cada época es distinta entre sí, pero la esencia que comparten es la misma, tiempo y cuerpos.

Aunque las coreografías tenían como pre-textos los títulos de los movimientos de la obra de Messiaen, era innegable que había otros referentes aparte del Apocalipsis de San Juan. Los dados nos llevaron a pensar en la frase de Einstein “Dios no juega a los dados”, así como no había nada azaroso en la danza, tampoco hay nada azaroso en el tiempo, los ciclos se cumplen. Otro imagen nos la dio el compás, nos transportó al cuadro de Willian Blake sobre Newton. Un hombre sentado sobre una roca traza un círculo con un compás. Nuevamente un cuerpo decide metódicamente el orden, el paso siguiente. Tanto Einstein, como Newton y Blake creían en un Dios que diseñó el mundo a través de principios racionales y que permite al hombre alcanzar sus propios objetivos, por ende cometer sus propios errores, como la violencia. En este paradigma, el cosmos es un gran reloj, representación hecha por los bailarines en círculo con uno al centro manejando el compás como manecillas y lo que simulaba arena cayendo sobre él.

Crecer a partir del conocimiento es la herramienta del hombre; su expresión más verdadera, el cuerpo; el mejor intérprete de éste, el artista. Re-enfoquemos el cuerpo, texturicemos la música y escribamos la danza. El disfrutar de entregas totales en un escenario como anoche es un ejercicio de placer e interpretación.