miércoles, 11 de octubre de 2006

NO MÁS TIEMPO

León, Guanajuato 11 octubre de 2006

“Ya no habrá más tiempo” declaró un ángel, un metrónomo fue detenido. Dieciséis bailarines, cuatro músicos, cuatro instrumentos, violín, clarinete, violonchelo y piano, nos recordaron la noche del viernes 7 en el Teatro María Grever, que lo único que une igualitariamente a todos los seres humanos es el cuerpo.

La obra “Un cuarteto para el fin del tiempo” del compositor francés Olivier Messiaen estrenada en enero de 1941 en un campo de concentración, vivió una relectura y una interpretación dancística por parte de los integrantes de El colegio del Cuerpo bajo la dirección artística de Álvaro Restrepo, surgiendo así “Cuarteto para el fin del cuerpo”.

El tiempo se nos acabó hace mucho, todos vivimos de prisa y ver en escena uniformes que recrean aquellos de los campos de concentración nos ponen a pensar en esas personas para quienes la único urgente era conseguir la siguiente bocanada de aire y vivir. El cuerpo era su única posesión. Hoy olvidamos lo corpóreo en lo virtual, en desórdenes alimenticios y tratamientos que lo único que buscan es eliminarlo, negar su tiempo, su ritmo, su estar. Cuerpos pesados, fuertes, ágiles, con intención, rítmicos y presentes mostraron la belleza de lo humano, la franqueza del cuerpo al expresarse y redimensionaron la responsabilidad del hombre en su propio devenir.

Fechas fluorescentes en las espaldas de los bailarines refrescaron nuestros antecedentes históricos, 1492, 1789, 1514, 11/9, 1968, 1936, 1945, nos demostraron lo cíclico de la vida, lo efímero del cuerpo. El símbolo de lo rítmico y rutinario del tiempo fue una capa con tela dorada y negra y un compás que los bailarines fueron pasándose después de cada vuelta al circuito cuadrado marcado en el escenario. Cada uno tenía un baile diferente, como cada época es distinta entre sí, pero la esencia que comparten es la misma, tiempo y cuerpos.

Aunque las coreografías tenían como pre-textos los títulos de los movimientos de la obra de Messiaen, era innegable que había otros referentes aparte del Apocalipsis de San Juan. Los dados nos llevaron a pensar en la frase de Einstein “Dios no juega a los dados”, así como no había nada azaroso en la danza, tampoco hay nada azaroso en el tiempo, los ciclos se cumplen. Otro imagen nos la dio el compás, nos transportó al cuadro de Willian Blake sobre Newton. Un hombre sentado sobre una roca traza un círculo con un compás. Nuevamente un cuerpo decide metódicamente el orden, el paso siguiente. Tanto Einstein, como Newton y Blake creían en un Dios que diseñó el mundo a través de principios racionales y que permite al hombre alcanzar sus propios objetivos, por ende cometer sus propios errores, como la violencia. En este paradigma, el cosmos es un gran reloj, representación hecha por los bailarines en círculo con uno al centro manejando el compás como manecillas y lo que simulaba arena cayendo sobre él.

Crecer a partir del conocimiento es la herramienta del hombre; su expresión más verdadera, el cuerpo; el mejor intérprete de éste, el artista. Re-enfoquemos el cuerpo, texturicemos la música y escribamos la danza. El disfrutar de entregas totales en un escenario como anoche es un ejercicio de placer e interpretación.

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